Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada

Intervenciones arqueológicas

Campaña de 2004 en Cerro Cepero (Baza, Granada)

El pasado año 2004 se iniciaron los primeros trabajos de excavación en el Conjunto Arqueológico de Basti (Baza) bajo la codirección de Andrés María Adroher Auroux, profesor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, y Lorenzo Sánchez Quirante, director del Museo Municipal de Baza, ambos miembros del Grupo de Investigación HUM-798 "Gestión e investigación del Patrimonio Arqueológico". Esta intervención se centró en la limpieza, documentación y primeros trabajos de consolidación de estructuras emergentes en Cerro Cepero, sede de la antigua ciudad ibérica y romana de Basti.
Esta intervención está incluida dentro de un proyecto General de Investigación denominado "Iberismo y romanización en el área nuclear bastetana", aprobado por la Dirección general de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, quien subvencionó la totalidad del presupuesto de esta primera campaña. El Proyecto General de Investigación tiene como objetivos el estudio y puesta en valor de los yacimientos de Cerro Cepero y la adjunta necrópolis ibérica del Cerro del Santuario, donde en 1971 apareció la famosa estatua sedente conocida como la Dama de Baza, así como la Prospección Arqueológica Superficial del territorio bastetano, hasta los límites intermedios con los grandes oppida colindantes (Tútugi, en Galera, al norte y Acci, en Guadix, al sur).

Antecedentes
Cerro Cepero se inscribe en la Zona Arqueológica de Basti, declarada Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía en el año 2003. La zona B.I.C. incluye varios yacimientos conocidos a través de una gran cantidad de actividades arqueológicas que se han desarrollado en el entorno durante los últimos setenta años. Así tenemos dos necrópolis ibéricas, el Cerro del Santuario y Cerro Largo, parcialmente contemporáneas entre sí; podría haber sido sustituidas por la necrópolis de Las Viñas, de cronología algo más tardía (siglos II y I a.C.). Asimismo existe un santuario al aire libre de tipo bastetano, asociado a la necrópolis de Cerro Largo, un vicus tardo-romano excavado en una intervención de urgencia en el pasado año 2003 y una alquería medieval situada en Cerro Redondo. A este conjunto se asociarían algunos elementos aislados como una casa ibérica del siglo II a.C. o un cortijo romano de los siglos I y II d.C. situados junto al Arroyo Azul, en una zona en la cual, sobre todo en el caso de la casa rural ibérica, los depósitos fluviales han provocado un profundo cambio en la orografía de la zona.
En lo que compete específicamente a Cerro Cepero, las intervenciones arqueológicas se han sucedido en numerosas ocasiones a lo largo de todo el siglo XX (lám. 7, 1072), si bien se pueden agrupar principalmente tres:
a) En los años 40 y 50 a cargo de Ángel Casas, entonces comisario de arqueología de la zona (quien, también en tal calidad, intervino en otros yacimientos vecinos como el Peñón de Arruta en Jérez del Marquesado y en el Cardal en Ferreira, por citar los ejemplos más sobresalientes), de las que no existe documentación alguna. De algunos lugareños nos hacemos eco en la medida en que, al parecer, debió exhumar algunas estatuas romanas actualmente depositadas, presuntamente, en el Museo Arqueológico Nacional. Es muy probable que realizara algunas de las zanjas que han sido localizadas a lo largo de esta campaña de trabajo, y, concretamente, las que afectan a la zona 2 en su sector meridional.
b) En los años 60, previos a la intervención en la necrópolis ibérica del Cerro del Santuario, dirigidos por Francisco Presedo, quien realizó distintas excavaciones en la mayor parte del yacimiento, sin que tengamos constancia de los lugares sobre los que actuó de forma directa. No obstante, como veremos en su momento, algunas de las estructuras más sobresalientes del yacimiento posiblemente fueron excavadas bajo su dirección.
c) En los años 90, dirigidas por Nicolás Marín. Es la única intervención de la que se tiene constancia escrita tanto a través de los informes preceptivos como de distintas publicaciones de que fueron objeto algunos de los resultados obtenidos en las mismas. Marín trabajó en la zona del templo, los aledaños del foro, las termas, la casa romana y la zona artesanal, junto a algunas catas realizadas en lo que él denominaba la zona C, situada en el sector nordoccidental del Cerro. Sobre sus resultados volveremos en cada uno de los casos conforme avancemos en el discurso.
El templo romano
Se ubica en el sector centro oriental de la meseta superior. Se trata de un conjunto estructural muy complejo, no ya sólo por la variedad y cantidad de muros asociados entre sí, sino por haber sido objeto de diferentes reestructuraciones a lo largo de su vida. En la actualidad se dibuja un subconjunto de planta casi cuadrada y macizado al interior, con los muros perimetrales presentando paramento en ambas caras, lo que hace pensar que en algún momento debió estar vacío en su interior. A esta habitación, hacia el Este, se añade un nuevo cuerpo con posterioridad, de factura completamente diferenciable, prolongándolo algo más de seis metros (concretamente 6,3 m.).
La parte superior de la zona macizada presenta un conjunto de piedras organizadas en semicírculo, que hacen referencia a un último nivel de uso de esta estructura en momentos posiblemente muy posteriores.
Atendiendo a la evolución cronológica que pudo sufrir esta zona, desde nuestro punto de vista, sobre los niveles ibéricos (muy mal conservados por la presencia de este complejo estructural) se debió construir en un momento aún por determinar dentro de la segunda mitad del siglo I a.C., la primera fase de este edificio con planta casi cuadrada y muros asentados sobre fundaciones de mampuesto de talla informe, combinados con opus incertum, en cuyo alzado se pueden apreciar, al menos, dos fases constructivas diferentes: en primer lugar, se observan sillares calizos ortogonales, de doble paramento, dispuestos a soga y a seco, de los cuales se conservan dos hiladas como máximo. En la segunda fase, los sillares ya no están encajados a seco, sino que utilizan pequeñas piedras para complementar la unión entre ellos.
El edificio disponía de una habitación central (el doble paramento que presentan los muros indica su utilización como tal), única (la cella), situada presumiblemente a la misma altura que la entrada, es decir, sin escaleras de ascenso. La entrada estaría situada en el paramento occidental, presentando un tranco de una sola pieza de algo más de dos metros y medio de longitud por 35 cms. de anchura media. Este tranco estaba preparado para recibir una puerta (presumiblemente de madera) engarzada en la quicialera ubicada en un extremo del tranco. Esta puerta se abriría hacia adentro, ya que este tranco presenta un resalte en su cara superior, que se alza unos tres centímetros respecto al plano interior.
En un momento que no podemos determinar hasta la realización de sondeos estratigráficos en varios puntos, el edificio se amplía hacia el Este, con la construcción de una antecella, dos antas y un vano para la ubicación de escaleras que accedieran al nivel formado por la cella y la antecella. Los diferentes muros que componen estas estructuras no presentan paramento interno, por lo que estarían macizadas al interior, elevando así el edificio original para una mayor monumentalización, lo que se acompaña con el cirre de la antigua puerta occidental y el relleno interno de la antigua cella por encima de su anterior nivel de uso, produciéndose una elevación superior al metros y medio de altura. Para la construcción de los muros de soporte de la superestructura de la entrada de este nuevo edificio se utilizan piedras que, a diferencia del módulo central anteriormente descrito, no han sido fabricados ex profeso para esta funcionalidad. Así se observan muros de diversa índole y calidad, con modelos que recuerdan vagamente el opus africanum, con sillares calizos dispuestos verticalmente y, entre ellos, mampuesto procedentes de cantos de ríos (principalmente cuarcitas y esquistos). Algunos de los sillares debieron haber estado almohadillados, a juzgar por los restos de anastyrosis que puede detectarse en varios de ellos. Incluso, en algún caso, se ha podido observar la presencia de fragmentos de columnas calizas debidamente retallados para su ubicación en los muros. Este hecho nos establece la existencia de otros monumentos públicos que debieron formar parte del paisaje de la primera fase de la ciudad romana y cuyos materiales fueron reutilizados para el levantamiento de otros nuevos posteriores.
La última fase constructiva documentada en este conjunto se relaciona estructuralmente (que no funcionalmente) con el relleno de la última fase de la cella. En la limpieza de la misma se pudo comprobar la existencia de una estructura de planta circular fragmentada por el vaciado a que se vio sometida la cella durante algunos de los múltiples procesos de excavaciones de que fue objeto esta estructura a lo largo del siglo XX. Su diámetro es de unos 4 metros, y se construye con mampostería de pequeñas dimensiones ligada con cal grasa. Esta estructura fue construida cuando ya no existía suelo en la cella), por lo que asentaba directamente sobre el relleno que se realizó para elevar el suelo de la misma en la segunda fase del edificio romano. Consideramos la posibilidad de que se trate de una torre medieval (quizás paleoandalusí, ya que las de la frontera nazarí parece que están todas ellas correctamente determinadas). No cabe duda que éste es el punto de mayor visibilidad potencial hacia la zona de la Hoya de Baza, por lo que parece lógico que se utilizara como sistema de control de pasos y accesos en este territorio.
Zona aledaña al templo
Ubicada inmediatamente al noroeste de la anterior conforma un conjunto muy complejo de estructuras, muchas de las cuales han sufrido distintos procesos de excavación a lo largo del siglo pasado. También ha sido una de las zonas que más ha sido afectada por los procesos erosivos, sobre todo en la zona de sus correspondientes perfiles. Esto nos ha obligado a ampliar sucesivamente hasta conseguir que los mismos se asienten en la actualidad sobre sedimentos arqueológicos originales, lo que refuerza su capacidad de conservación en relativo buen estado hasta el inicio de las excavaciones propiamente dichas. En total ha sido intervenida una superficie de 220 metros cuadrados.
En las excavaciones de principios de los años 90 dirigidas por Marín se localizó la planta de una estructura rectangular, que hemos intentado inscribir en nuestro sistema de retículas. Durante la limpieza de los límites del corte antiguo se observó que existían restos de intervenciones anteriores (quizás las de los años 40 y 50), a modo de zanjas que minaban en muchas direcciones la mayor parte de la zona. Como dijimos con anterioridad, hemos procurado dejar los perfiles ubicados en zonas con una mínima estabilidad para evitar derrumbes innecesarios. En este sentido podemos apuntar la presencia de un desagüe formado por dos ímbrices contrapuestos, situados en la mitad del muro meridional del edificio. El suelo estará formado, presumiblemente, de tierra batida, ya que no ha dejado impronta alguna en el nivel de circulación correspondiente ni en los muros perimetrales.
Las estructuras más antiguas (ibérico final) de la zona están en el sector g. Estamos hablando de dos muros perpendiculares, muy arrasados y formados por pequeños cantos de río. Estos muros parecen conformar una estancia cuadrangular. Solamente hemos podido documentar los niveles de derrumbe y abandono.
Se han localizado dos calles paralelas que corren en sentido noreste suroeste, construidas con grandes losas de piedras (mejor conservadas en la zona sur). Estas calles se amortizarían hacia el tercer cuarto del siglo I d.C.
La estancia cuadrangular excavada en la campaña de N. Marín, resulta ser una ampliación adosada a la fachada de un edificio previo situado en la zona norte del sondeo. Ese edificio se compone de los siguientes elementos: un pilar macizo de unos 2x2,20 m. del que arrancan tres brazos murarios, uno hacia el norte, otro hacia el oeste y otro hacia el este, con el que forma un vano de acceso; a su vez se pudo definir parte de una estancia de la que se conserva una parte del pavimento de opus caementicium.
Para fechar este conjunto arquitectónico contamos una la fosa de inserción de un muro perimetral cuyo relleno se data, a partir de la asociación de clara A con sigillata hispánica, en un momento indeterminado de la primera mitad del siglo II d.C.
En la zona central se ha documentado una gran estancia en cuya zona meridional se ha podido detectar un nivel de uso de tierra batida, con evidentes restos de uso, como un hogar circular en barro recocido. La estructura definida presenta una longitud máxima de 9,5 m. por una anchura de 6,5 m. No existen particiones al interior de la misma, por lo que nos encontramos con un espacio de casi 62 metros cuadrados de superficie; el principal problema que se nos plantea es el sistema de cubierta ya que dicho espacio obligaría a soportar la misma con algún sistema de columnas, pilares, o, simplemente de pies de amigo. Entre todos ellos nos inclinamos por éste último ya que no deja huella perceptible en un suelo de tierra batida. No obstante, existiría también la posibilidad de que fuera un espacio cerrado sin techumbre, posibilidad que hay que analizar, sobre todo teniendo en cuenta que en la excavación de los años 90 se documentó una gran cantidad de desechos de forja de hierro, lo que permitiría apuntar hacia un espacio de transformación metalúrgica.
El área de las termas
Nos encontramos con un edificio de planta en "L" de quince metros y medio de longitud por 4,5 m. de anchura interna en la nave central, al que se añade un ala de una estancia de 4 x 4,5 m.
La nave central se distribuye con una serie de habitaciones separadas por muros medianeros. La estancia más suroriental se define como un espacio rectangular de 3 x 4 m.; presenta suelo y paredes recubiertos de opus signinum con la característica media caña de refuerzo en las juntas esquineras. En una segunda fase se construye un banquete corrido en tres de los lados. Se trataría de la natatio del frigidarium.
La siguiente estancia, presenta la misma anchura pero alcanza los casi seis metros de longitud. Presenta un suelo de opus caementicium en toda su superficie, a excepción de la zona meridional, cortado al parecer por una intervención arqueológica previa, pero cuyo perfil vivo permite observar que, al menos, ha habido dos rarefacciones del mismo suelo en este ámbito. El relleno para la construcción del suelo es de arena y grava, sin que presente rudus en la preparación del area del suelo, lo que nos estaría indicando que el mismo no debió soportar mucho peso, lo que elimina que esta estancia fuera del tipo de la natatio descrita para la anterior; desde nuestro punto de vista nos encontraríamos con un tepidarium, aunque también podría tratarse de la zona de acceso al edificio termal.
Más arriba el edificio gira hacia el sur, en ángulo recto, y encontramos una doble estancia homofuncional. Se trata del conjunto del hipocaustum, cuya área estaría repleta de un conjunto de columnae construidas con ladrillos circulares. La diferenciación en dos espacios de este ámbito se resuelve con la construcción de un muro de 45 cms. de anchura salvado con cuatro canales que unen ambas estancias, lo que permitiría la circulación del aire caliente para el mantenimiento de la temperatura de la natatio del caldarium. La solución para calentar el aire que circula por el hypocaustum, vendría por la existencia a la entrada del mismo de un horno de leña, praefurnium, que mantendría el agua de la natatio caliente, de ahí la denominación de caldarium para esta estancia.
El edificio sufre una reforma en un segundo momento, que no podemos determinar cronológicamente, y que parece reflejar un problema en los cálculos de presión que sufren las paredes del mismo. Se procede a colocar dos contrafuertes en el paramento suroccidental lo que permite reforzar lo que parecen fisuras visibles en el mismo, sobre todo en la zona del frigidarium. Uno de los dos contrafuertes sirve, aún en una tercera fase, de paramento perimetral de otra natatio con suelo de opus signinum que se ubicaría fuera de la nave central anteriormente definida.
Por el lado nordoriental (NE), las termas están delimitadas por una canalización que se ha documentado en quince metros de su recorrido. En la parte superior (hacia el norte), la canalización corre paralela al edificio, pero una vez finalizado el mismo, en su extremo sur, da un giro de 90º para dirigirse directamente hacia el Este, perdiéndose por debajo del muro que hay en el perfil.
La canalización tendría una cubierta de grandes losas de piedra de unas dimensiones de unos 80 x 45 cms aproximadamente, de los que hemos encontrado un pequeño tramo, aunque éstas han aparecido en posición secundaria, encontrándose de canto en el interior de la canalización.
Al otro lado de la canalización se abre un espacio compartimentado en tres ámbitos diferenciables. El primero de ellos, situado más al norte, (3,5 x 4,7 mts.) está delimitado en parte por el muro del hipocaustum, y presentaría un suelo de cal grasa, que está muy deteriorado. En el muro nororiental discurre una estructura de madera completamente carbonizada a modo de banco corrido. En esta habitación fue localizado un enterramiento de un individuo infantil, dispuesto en decúbito supino (presuntamente, pues está muy mal conservado) sobre un ímbrex el cual, a su vez está cubierto por otros dos. El sistema de enterramiento permitiría fechar el mismo entre los siglos IV y V d.C., aunque no existe ajuar alguno asociado.
La muralla ibérica
Se ubica en el extremo del cuadrante noroeste (NW) de Cerro Cepero. Agrupa todos los lienzos de muralla visibles actualmente. Un primer tramo de 14 metros de longitud, situada más al sur, con nivel de conservación muy irregular. En los primeros cinco metros el paramento exterior de la muralla está prácticamente perdido, ya que las piedras se han ido desplazando desde su posición original en dirección al talud que define el cerro por esta zona, a excepción de algunos sillares de la primera hilada visible. El segundo tramo conserva hasta cinco hiladas en algunos puntos, alzándose un total de casi un metro de altura. El inicio de este tramo está compuesto de cinco sillares bien escuadrados en su lado meridional, terminando aplomados, lo que hace pensar que pudiera tratarse de un vano presente en dicho punto. En tal caso nos situaríamos ante una pequeña poterna abierta en este paño de la muralla, si bien es cierto que debería estar acompañada de un refuerzo estructural importante colindante, como una torre o un bastión que diera apoyo a la salida de tropas por este punto, tal y como suele ser frecuente en este tipo de estructuras de fortificación.
Este tramo, largo de seis metros y medio, se pierde en el perfil de ladera del cerro, adentrándose en él, hasta volver a aflorar unos quince metros más al norte, esta vez sí, en forma de bastión con 6,2 metros de frente, sin que conozcamos la profundidad que debió presentar ya que las esquinas de engarce con la muralla se sitúan al interior de la ladera. El paño frontal del bastión ha desparecido por completo, dejando visible el sistema de relleno interno de éste, compuesto de hiladas alternas de tierra y cantos de menores dimensiones que los que conforman los paramentos tanto de la muralla como del bastión (del que se conservan casi dos metros de altura). Es posible que para el relleno se utilizara el material sobrante de la construcción de los paramentos, incluso durante el mismo proceso de regularización de los mismos.
Unos cuarenta metros más al norte se localizan otros dos tramos de muralla, aunque de menores dimensiones. El primero de ellos ha salido a la luz como consecuencia de un proceso de abarrancamiento que está sufriendo el cerro en esa ladera. De esta forma se observa un pequeño tramo de tres metros de longitud, y casi dos metros de altura. Por el eje de deslizamiento de la barranquera el muro ha sufrido un proceso de descarnamiento que ha afectado especialmente a las llagas de unión de los sillares; en algún caso la profundidad de erosión alcanza casi los 40 cms.
En este sector se puede observar mejor el sistema constructivo del paramento externo de la muralla que en los casos anteriores. En principio se trata de rocas de tipo calizo que han sido careadas en su lado externo (quizás con posterioridad a su posicionamiento en el muro) mientras que hacia el interior presenta frecuentemente un apéndice en forma triangular para engarzarse de forma más imbricada con el emplecton de relleno del interior de la estructura. Ocasionalmente se utilizan ripios para el mejor asentamiento de aquellas piedras que lo precisan. La existencia de elementos de adobe en la parte inferior externa de la muralla nos permite confirmar la hipótesis de que el alzado de la muralla debió realizarse con un zócalo de piedra unida con argamasa (de al menos dos metros y medio de altura) y una elevación final a base de adobes, que, por lo que hemos atestiguado hasta este momento, no se utilizan en ningún caso para formar parte del emplecton interior.
Materiales
Habría que empezar mencionando que la inexistencia de una verdadera excavación estratigráfica conlleva una serie de problemas sobre la valoración de la muestra de material que han sido extraídos como consecuencia de la intervención de esta campaña, asociada más bien a una limpieza de estructuras, por lo que la mayor parte es un material muy alterado, erosionado, y con escaso valor de contextualización.
Se incluirá, por tanto, tanto el material representativo recogido en superficie como aquél que haya sido extraído en los procesos de documentación de estructuras sin realizar análisis de porcentaje que llevarían implícito un factor de error demasiado elevado como para asumir su validez.
El comienzo del proyecto de investigación en Cerro Cepero-Basti implica la creación de una línea de investigación específica sobre ceramología, necesaria no solo para construir una hipótesis cronológica fiable sobre las estructuras y estratos excavados. Como paso previo al estudio de los materiales de subsiguientes campañas y de los extraídos en campañas anteriores al presente proyecto, hemos realizado un estudio del material cerámico que aflora en la superficie de Cerro Cepero, en consonancia con estudios parecidos desarrollados en las diferentes campañas de prospección realizadas por el proyecto Poblamiento y Explotación del Territorio en la Puebla de Don Fadrique, entre 1996 y 2002. Estos análisis de material de superficie permiten valorar el período de ocupación de los yacimientos, sin necesidad de un sondeo de los mismos, y pensamos que sería interesante contrastar la hipótesis obtenida mediante este método con los resultados que obtengamos en la excavación de Cerro Cepero.
El conjunto dibujado supone unos 130 fragmentos, aunque el número total estudiado es mayor, puesto que hemos procurado reseñar en la documentación de campo los elementos observados y que se han devuelto a su lugar de origen.
El material más antiguo localizado es un fragmento de borde de vaso abierto en cerámica a mano, decorado con un punteado regular. Sin embargo, a falta de algún elemento más con que relacionarlo, mantenemos esto como hipótesis. De hecho, el tipo de decoración de ese fragmento es muy habitual también en la cerámica tardorromana.
La ocupación se produce en un momento indeterminado entre el Bronce Final y el ibérico antiguo. La cerámica a mano está representada por un borde de fuente y otro de cuenco, pintado en amarillo con motivos triangulares, atribuido a una serie de vasos pintados del Bronce Final, pero cuyo momento final de producción desconocemos. De engobe rojo (BR-FEN) contamos con un fragmento de plato de borde en ala (A26), atribuible a las series de engobe fenicio del VIII al VI (L. 17, 1). Al ibérico antiguo atribuimos una pasta de color marrón con el corazón gris, desgrasante grueso y vacuolas abundantes, que sería característico de la cerámica común de este período. La cerámica gris antigua (GR-IBER) es muy escasa, solo hemos localizado una forma 20 de J. Caro Bellido, que es dentro de la serie tipológica una de las que mas perdura en el tiempo, hasta el siglo V a.C
La cerámica fina de época ibérica está poco representada. Las series finas importadas, como la campaniense y la ática, no se hallaron, algo muy normal teniendo en cuenta su vistosidad y el grado de arrasamiento del hábitat ibérico. La cerámica bruñida reductora de época republicana, que imita entre otras formas de campaniense A y B, tampoco ha sido localizada a nivel formal, aunque sabemos de su existencia. La vajilla ibérica común se centra en patos de borde vuelto, vasos de perfil en S, platos de borde recto, y un caliciforme. Las ánforas de época protohistórica son abundantes, aunque carecemos de la seriación completa, puesto que faltan los elementos más antiguos, como las ánforas de tradición fenicia R1 y R4, y las tipos Canto Tortoso, aunque esperamos que acaben apareciendo en futuras campañas. Entre el material considerado como ánfora, hay que destacar los tipos pintados de gran diámetro, que en realidad no son ánforas propiamente dichas, puesto que su gran tamaño (que oscila entre los 30 y 40 cm. de diámetro de boca) las invalida para el transporte, por lo que estaríamos hablando de grandes tinajas a modo de pithoi, empleadas tanto como ajuar de enterramiento como contenedor en el ámbito doméstico. Dentro del material anfórico destaca un fragmento de borde tipo CCNN, de cuerpo cilíndrico y borde vertical, de adscripción hispano-púnica.
La cantidad de material cerámico fino de época romano no es muy alta, pero hay que tener en cuenta que el yacimiento es conocido desde muy antiguo, y dada su calidad tienden a desaparecer antes. El grueso del material, como era esperable, es sigillata hispánica, con algún elemento de sudgálica. Las clases finas romanas se continúan en el tiempo con elementos de clara C, sigillata tardía (TSHTM) y clara D. Destaca dentro del conjunto un fragmento de fondo de plato, decorado con estampillas de rueda. Entre las claras D predominan los fondos de pie sobre los fondos planos, más característicos de las últimas producciones de esta clase. Estas formas cubren un arco cronológico desde el siglo III hasta finales del VI o principios del VII. También se han identificado imitaciones de clara D en cerámica común. Las paredes finas están presentes con algunos elementos amorfos, en los que distinguimos dos series: una de color metálico, de origen bético, y otra de pasta y engobe marrón y con decoración de barbotina blanca, que puede relacionarse con talleres del Alto Ebro, en torno a Calagurris. Una serie apenas documentada es la denominada cocina reductora de época romana, ampliamente documentada en yacimientos romanos del extremo norte de la provincia, y que en Cerro Cepero solo hemos documentado a nivel de amorfos. Esto es interesante, puesto que siempre habíamos valorado la posibilidad de que estas producciones fueran más características de la zona murciana, cosa que parece probarse a partir de la escasez de este material en la antigua Basti. La clase de cocina africana está representada por los tipos 23B (cazuela) y los 182 y 196 (tapaderas), que son muy típicos de cualquier yacimiento romano, junto a los tipos 19 (cazuela) y 197 (olla). El material anfórico es bastante abundante en la superficie del yacimiento. Así contamos con ejemplos de bordes de ánfora itálica (A-ITAL) tipo Dr. 1A y 1C. El tipo clásico 1A está representado por una pasta de color rojo-rosaceo, con desgrasante fino de color negro, vacuolas y un engobe blanquecino externo, característico de estas producciones. El tipo 1C presenta una pasta menos típica, de color rojo, con abundantes vacuolas y superficie de color ocre. Otros bordes de ánfora (A-IMP) observados son Dr. 7/11, Dr. 2/4, Haltern 70, Keay XLI y XLVI. En general, estamos hablando de un material de transporte dedicado al vino, de origen mayoritariamente bético, aunque nos faltan las típicas Dr. 20 de aceite. Los dolia están presentes con elementos de tipo más portátil (si es que un dolium puede ser transportable), y otros que con seguridad son elementos de almacenaje no móviles. Dentro del material cerámico romano destaca un fragmento de molde para decorar el rostrum de las lucernas. El motivo conservado consiste en una espiga de trigo y un punteado circular. Este elemento nos informa la existencia de un taller cerámico en Basti, relacionado con la producción de lucernas, algo por otra parte muy común en cualquier ciudad romana.
Por último, hay que indicar, que a pesar de la existencia de una ocupación bajo medieval del cerro, como demuestran los materiales del nivel superficial de la zona 1 y la posible torre sobre el plinto del templo, no se han documentado elementos cerámicos de esa época en superficie. Quizá la ocupación de ese momento fuera breve y poco intensa.
Concluyendo, a partir del material estudiado podemos inferir que la ocupación del hábitat comienza en un momento indeterminado entre el IX y el VI a.C., y que se continúa en el tiempo, sin ningún hiatus apreciable, hasta finales del siglo VI d.C., estando la fase romana mucho mejor representada a nivel de superficie que la ibérica.